En la noche
de este jueves pudimos apreciar en programa de la televisión cubana un
pormenorizado y científicamente fundamentado análisis acerca de los supuestos
ataques acústicos a diplomáticos de Estados Unidos en la Isla. De acuerdo con criterios
de especialistas, no se determinó que existiese fuente alguna que generase sonidos de potencia
suficiente como para dañar al oído humano. El estudio que desafortunadamente no
contó con todos los elementos necesarios por no ser aportados por la parte
norteamericana, ni tampoco fue posible evaluar por profesionales cubanos a
ninguna de las personas que expresan sufrió daños acústicos. Como bien refleja el programa
televisivo, Cuba se ha caracterizado siempre por proteger convenientemente al personal diplomático sea de uno u otro
país y es el primer interesado en que los representantes de otras naciones en
la Mayor de las Antillas dispongan de todas las garantías para desarrollar su
trabajo. Está presta a dilucidar de inmediato cualquier anomalía que surja en
este u otros muchos campos y esforzarse con el mayor rigor para determinar posibles
causas de cualquier situación. En el caso que nos ocupa, en mi modesta y
personal opinión, culpar a la Isla de cometer ataques sonoros, sin que existan
pruebas concluyentes, no es otra cosa que
politizar un asunto con fines ajenos al
mejoramiento de los vínculos entre amos estados y pueblos, y por el contrario benefician
a quienes pretenden dañarlos.
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