A 72 años del
triunfo de la Unión Soviética sobre el fascismo, vale hacer algunas
reflexiones. J. Stalin ha sido y sigue siendo fuertemente criticado por no
haber hecho caso a las informaciones de inteligencia que le aseguraban la
inminente y pérfida agresión de las hordas nazis
a su país. Se había aferrado al criterio de que Hitler respetaría el
tratado de no agresión firmado entre ambos países. Sin duda alguna le animaban
el deseo de evitar, por lo menos en esos momentos, una conflagración que
traería enormes daños a los pueblos de la Unión, y por otra parte ello le
permitiría ganar precioso tiempo en la preparación de las fuerzas y medios de
la nación. ¿Pecó de ingenuo? Todo indica que sí.
Por ello, cuando la Alemania fascista, el 22 de junio de 1941, a las 3:30 de la madrugada, atacó sin previo aviso la URSS, las tropas soviéticas no estaban preparadas para frenar el colosal empuje de unas 150 divisiones enemigas, para mencionar solo las que fueron dislocadas en el primer escalón estratégico. A ello súmense importantes contingentes de las naciones satélites de Alemania, que desde el primer momento combatieron junto a los nazis.
No es de extrañar que en las primeras dos semanas y media, en las direcciones
principales, el enemigo de los pueblos haya avanzado entre 400 y 600 kilómetros
en el territorio de los soviets, basado fundamentalmente en sus tropas de
choque, de tanques y otros medios
motorizados. La euforia de Hitler
y el generalato fascista era ilimitada. Pero pronto comenzaron a darse cuenta
que la URSS, los oficiales, soldados y el pueblo de ese inmenso país no eran
como aquellos que habían podido dominar con relativa facilidad.
Después vinieron el cerco de 900 días a Leningrado, la
primera gran derrota en Moscú y también
la tremenda debacle sufrida en la batalla de Stalingrado, donde fue cercada una agrupación
de 330 000 soldados alemanes, que fue
eliminada o hecha prisionera, al frente de la cual se encontraba el mariscal de campo Von Paulus. Precisamente
esta contienda significó el viraje radical de la guerra a favor de la URSS y
para alegría de todo el mundo progresista, que supo que se acercaba el día de
la victoria.
La ofensiva en
Stalingrado puso muy en alto el poderío de la URSS. La sagacidad del Partido Comunista,
de la oficialidad y la enorme capacidad de contener primero y prepararse después
para rechazar al engreído enemigo. El mismo Hitler reconoció que si hubiese
sabido lo que le esperaba en ese inmenso país, no le habría atacado. Era la tácita
aceptación de la derrota, aunque muchas preciosas vidas habría de costar aun la definitiva
capitulación del imperio alemán.
La URSS demostró
que por sí sola podía liberar a los pueblos esclavizados de Europa y vencer a
las hordas nazis. Sus aliados (Estados Unidos e Inglaterra) solo abrieron el
segundo frente el 4 de junio de 1944, cuando apreciaron que si no lo hacían
entonces, todo el mérito sería de los bolcheviques y sus pretensiones de
hacerse de muchos territorios se irían al traste. Las muchas artimañas de los
gobiernos norteamericano e inglés contra la URSS, finalmente fracasaron, ante el
poderío y la clara y justa política del país socialista, que con su Gran Guerra
Patria, el aporte de 27 millones de muertos
y enormes destrucciones y sacrificios, liberó al mundo de la plaga más
destructora que haya conocido la humanidad: el fascismo. El mundo entero debe recordar por siempre la
extraordinaria hazaña de los pueblos que integraban la gran Unión Soviética.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario